ALCAPARRA, voz mozárabe emparentada con el lat. CAPPହRI (o CAPPହRIS), y con el ár. kábar (hispanoárabe kappára) íd.; como no están bien estudiados el origen último del vocablo y la historia de su trasmisión entre las lenguas de la cuenca mediterránea, aunque es probable que el mozárabe lo heredara del latín, no es imposible que lo tomara del árabe.
Freytag, IV, 4
a, halla en fuentes orientales
kábar como forma antigua y
kubbâr como vulgar; en el árabe de España aparece
kabbâra desde h. 1106 (Simonet, 92), que quizá deba pronunciarse
kappára, como escribe PAlc. (
qabârra en el glosario de h. 1100). El vocablo existe también en persa y en griego (
κάππαρις), de donde pasó al latín, y desde el it.
càppero se trasmitió al fr.
câpre [1474], al alem.
kaper f. [fin S. XV], etc. Una variante inexplicada con
t- (cat.
tàpera, prov. mod.
tapero,
tapeno, mozár.
tâbara1,
tabraȳróla2, arag.
tapara3, murc. y albac.
tápana [
Aut.],
-ena) es indudablemente autóctona de España. El tipo variante
tápara deberá su
t- al influjo de
tapia, por una natural etimología popular. Dice Covarr. (s. v.): «El Maestro Fr. Hernando de Zárate...: ‘desbaratarse ha el
alcaparra porque irá el hombre a la casa de la eternidad’... aludiendo a que los sepulcros de los antiguos estavan en las possessiones del campo, y tantos passos enrededor no se labravan: quando se abría la sepultura arrancávanse las yervas que estavan nacidas sobre ella: y entre las demás era el
alcaparra, la qual se cría en lugares incultos, y entre paredes viejas y cantos, y assí valdrá tanto como dezir abrirse ha la sepultura». Fernán Caballero escribió «las lagartijas se paseaban por las paredes, de que eran dueñas absolutas, en un vergel de alcaparras» (
DHist., s. v.). También se puede suponer que existieran dos nombres concurrentes:
*caparera de
CAPPARIS y mozárabe catalán
*paratera,
PARIETARIA, y que éste se cambiara en
taparera por una metátesis provocada por el influjo de
caparera. Luego el nombre del fruto
*càpera se cambiaría
tàpera por influjo de
taparera. Uno de los últimos poemas del Dr. Isidoro Macabich,
Eivissenca, proporciona otro elocuente testimonio de ese milagro de la
taparera naciendo sobre una pared: «Aqueix vell mur, ressec de temps enrera, / riu ara endiumenjat de
taparera / com si un arruix de neu hi hagués florit, / i amb un clapeig de porpra florejada / que un antic jardiner hi té arrelada / i es folga que la mirin fit a fit. / Però la
taparera té més vida. / Sols per voler de Déu ací ens ha eixida. / [...] / li basta un grill de pedra amb rou de cel». En cuanto a
alcaparra, no puede descartarse el que llegara por el árabe, a pesar de la
-p-, que puede ser indicio de autoctonismo, pero también hay casos en que el árabe vulgar de España cambiaba en
p una
bb geminada semítica (
BDC XXIV, 14n.I). Variante arag. y mej.
caparra. Del nombre colectivo (mozárabe arabizado)
qabbâr ‘alcaparras’ puede bien derivarse el nombre del Soto y Valle de
Alcambár, afl. del Zêzere (cerca de Lavacolhos y
FundƟo, Beira Baja) nombrado ya en el S. XIV, que como ve atinadamente Silveira,
RLu XVII, 124, no puede relacionarse con los dos topónimos portugueses prerromanos
Cambra (KALAMBRIGA y
VILLA CAMMହRI); pero tampoco es arábigo, idea impracticable dada la estructura.