ALCANFOR, del ár. kāfûr y éste del scr. karpūra íd.
Neuvonen, 176. Dalgado, I, 203. Antiguamente se empleó mucho la variante
cánfora1 [1278-1782], como en portugués [
cánfora, 1517, 1563] y en catalán [
càmfora, S. XIV], fr.
camphre [S. XV,
camphore 1372], etc. No está bien estudiada la historia de la trasmisión del vocablo entre las lenguas europeas, y falta una explicación de la nasal (en castellano también se halla
cáfora, h. 1500,
Canc. de Castillo); pero no hay razones firmes para creer que
cánfora, dada su antigüedad, sea forma culta tomada por conducto del bajo latín, ya que el retroceso del acento es regular para voces de esta estructura en hispanoárabe, y la terminación femenina se halla también en árabe (Dozy,
Suppl. II, 477
a). Joaquim da Silveira en nota de 1951, revisando la cuestión (según la benemérita versión póstuma que nos da P. Cunha Serra,
Rev. Port. Fil. XVII, 1975, 207-210) rectificó los datos de Portugal: ha acabado allí por generalizarse
cânfora, pero la forma y acentuación
alcanfôr, preferida por los mejores lexicógrafos (desde Bluteau a Gonçalves Viana) y confirmada por el metro en Antônio Prestes (1587) tenía todavía firme arraigo en el uso y la poesía popular en el S. XVIII, y seguía viva en las hablas locales (particularmente zona de Oporto) hasta 1900. De todos modos no parece que
cânfora haya tenido allá nunca un carácter meramente culto, y menos, extranjerizante; y son excesivas las calificaciones de «barbarismo» y «traumatismo prosódico» (al menos en cuanto a la variante femenina, y desde luego no existe ni sé si ha existido nunca el cat.
*alcamfor de que habla Silveira): se trata de dos formas vivas que vienen luchando desde la pronunciación del árabe vulgar; con lo cual en portugués se complicó una tercera variante
canfor, tomada directamente en la India (doc. 1512, 1516, 1536).