AIRE, del lat. AER, -RIS, y éste del gr. ęƲρ íd.

1.ª doc.: aer, aere, en las Glosas de Silos aer y aÿr en Berceo; ayre, 1251, Calila 33.508; Buenos Prov. 3.5; Gral. Est. I, 295a22.

Para otras formas arcaicas, vid. M. P., Oríg., 85-86. La misma forma en catalán y occitano. En gallego-portugués ha predominado la contracción ar, que no sólo es de Portugal sino también gallega: la que prefieren en general Castelao1 y los escritores modernos, aunque en gallego aire y ar siguen hasta hoy en concurrencia, como en tiempo de Sarmiento2; aire es también popular y sentido como genuino: recordemos el título del libro de Curros Enríquez «Aires da miña terra», y la famosísima y emotiva copla «aires, airiños, aires» que despertaba la nostalgia al P. Sobreira y a tantos.

La semántica de AER en romance es complicadísima y aquí no se puede estudiar a fondo, ya que pertenece en gran parte a la historia de la fraseología y de las ideas. Daré algunas indicaciones escuetas, de carácter principalmente bibliográfico. La ac. ‘viento’, que se ha desarrollado también en una zona separada en el Este de Francia (Picardía, Valonia, Lorena, Centro) y en el suizo alemán luft (vid. FEW I, 45), está representada en tierras pirenaicas por los tres romances ibéricos (en castellano, ya h. 1300, Gr. Conq. de Ultr.) y por algunas hablas gasconas limítrofes (Lescun, Arrens, Valle de Aran). Se discute si el fr. air ‘aspecto, modo de ser’ viene de AER o del antiguo aire ‘raza’ AREA: el FEW I, 135n.14 sostiene esto último contra Rohlfs (en su monografía Ager, Area, Atrium, p. 51); Rohlfs replica: (Litbl. XLV, 227) que hay una separación cronológica de 200 años entre la muerte de éste (sólo conservado en algún dialecto) y la aparición de aquél en traducciones del it. aria, en el S. XVI; debería tenerse en cuenta el vasco aria ‘aire’ y ‘raza’, de cuyo origen romance duda Schuchardt, BhZRPh. VI, 42 [?]. Por otra parte el REW, 276, parte para estos significados del lat. AGER ‘campo’, de donde ‘procedencia’ y ‘modo de ser’, y admite que el castellano y el it. aria los tomaron del francés; A. Castro mostró de qué manera pudieron desarrollarse en castellano partiendo de AER (RFE V, 26), aunque admitió más tarde (RFE IX, 329) la procedencia francesa de la frase tener aire de. Sean autóctonas o ultrapirenaicas estas acs. ya son antiguas en el idioma, pues Nebr. registra «aire en la cara del ombre: vultus», «aire de cara gracioso: decor», «airoso: decorus»; pero no cabe duda de que de buen ayre en López de Ayala está tomado del fr. de bone aire, débonnaire, ni de que ciertos autores del S. XIX abusaron del empleo de aire por resabio galicista (comp. Baralt, s. v.). Acerca de esta ac. ‘manera de ser’, especialmente en italiano, vid. Spitzer, Essays in Historical Semantics, pp. 258 ss.; también es claro el origen italiano de aire ‘canción’. Cej. IV, § 136.

DERIV.

Airear. Airoso [1492, Woodbr.; Nebr.]. Desairar [Aut.], desairado [1615: Quijote]; desaire [Paravicino, † 1633]. Del derivado araje, -axe se ha formado en gallego el dim. araxiña ‘airecillo; vientecillo dulce, fresco’: «os xubilados e retirados saen a papar araxiñas», «os meses de calor poñense a engulir araxiñas de vento nas ruas» Castelao 150.22, 143.22. Aéreo [1515, Fz. de Villegas (C. C. Smith, BHisp LXI); 1589], tomado del lat. aerĭus, íd.

CPT.

Todos cultismos, tomados del gr. ęƲρ. Aerobio, con βίος ‘vida’; y el negativo correspondiente anaerobio. Aerodinámico, con ƌύναμις ‘fuerza’. Aeródromo, con ƌρóμος ‘carrera’. Aerolito [1859], con λίȎος ‘piedra’. Aeromancia (también aereomancia y aerimancia, el último ya en APal. 544b), con μαντεία ‘adivinación’. Aeronauta [1858], con ναύτƓς ‘navegante’. Aeróstato y aerostático, con Ƴστάναι ‘colocar’. Aeroterapia, con Ȏεραπεία ‘tratamiento’. Aeronave y aeroplano son formaciones híbridas en que el gr. ęƲρ se combina con palabras castellanas (la formación culta latina habría sido aeriplano).

1 «O ar puro de Curtis», «as pombas bravas chían no ar» 150.26, 141.16.―

2 «Folla do ar» o «herba do aire» ‘ninfea’ CaG. 136r.